El Wuivre es un símbolo celta que se representa mediante dos serpientes entrelazadas que se muerden mutuamente la cola. Esta habitual representación proviene de la mitología cósmica celta, en la que los wuivre eran unas serpientes que se arrastraban por el interior de la tierra entrecruzándose en algunos puntos, que resultaban en concentraciones de energía que los convertían en puntos sagrados. Además, esta energía podía salir por determinados lugares a la superficie para contactar con otras que proceden del exterior, y los antiguos pueblos celtas conocían dichos lugares, por lo que decidieron construir santuarios en ellos mediante monumentos megalíticos.
El wuivre celta es un símbolo guardián de todos los secretos escondidos en la Tierra.
Su significado se asocia con la
fuerza y con todas las características del elemento tierra, y por ello, si no
se desea que pierda su poder, nunca debe entrar en contacto con el agua. El
símbolo representa lo desconocido y actúa como guardián de todos los Tesoros ocultos
en la Tierra, así como proporciona protección, amor, sabiduría y poder a aquel
que lo porte.
Casi todas las civilizaciones antiguas han utilizado a las serpientes como animales cargados de una simbología poderosa, por lo que no es de extrañar que los celtas también lo hicieran. Sin embargo, en el país de origen de este símbolo, la Irlanda pre-cristiana, no existían tales animales, por lo que es fácil preguntarse de donde proviene su utilización. Esto se explica analizando históricamente el origen del pueblo celta, pues surgió en Centroeuropa y allí si que existía dicho reptil. Se cree que la simbología de la serpiente proviene del ser mitológico que se deriva de ella, el dragón, un símbolo de sabiduría y fuerza que ha estado presente en numerosas culturas (en especial en las orientales), algo que concuerda con el significado que le otorgaron los celtas al Wuivre.
Para los druidas celtas, la
serpiente o el dragón era un dios sagrado de los bosques que tenía poder sobre
los elementos tierra, aire y agua, y su fuerza podía ser empleada por los
druidas más capaces. De hecho, era habitual que la misma palabra celta utilizada
para referirse a la serpiente, “Neidr” o “Naer un”, fuese la que utilizaban
los druidas para autodenominarse como los líderes y los más poderosos de una
comunidad.
Este amuleto celta con dos serpientes entrelazadas entre sí era ampliamente utilizado por los celtas para representar la dualidad de la vida, los aspectos más convulsos y contradictorios de la naturaleza y de las leyes que rigen el mundo. Por ello, no solo tenía un significado práctico como amuleto, sino que también era una alegoría al funcionamiento de la vida y de la necesidad de los opuestos para un correcto equilibrio de las fuerzas de la naturaleza, pues no existiría el bien sin el mal, ni el dolor sin la alegría. Todo esto nos recuerda al famoso símbolo del Yin y el Yang, por lo que bien podría ser una derivación de este en el que, en lugar de representar los opuestos mediante los colores blanco y negro, se emplean dos serpientes diferentes que se alimentan la una de la otra en un ciclo infinito.
Por su forma y significado se puede asociar con el nudo perenne y con el árbol de la vida, pues en ambos casos la cultura celta habla de una intrincada conexión entre los opuestos, las fuerzas que rigen el mundo y le otorgan una estabilidad que hace posible la existencia de la vida.
Las dos serpientes entrelazadas del símbolo celta representan la dualidad del mundo y la lucha de opuestos
También se han encontrado numerosos yacimientos arqueológicos que muestran serpientes que salen de fuentes con formas de vaginas, por lo que varios expertos consideran que se trata de un símbolo fálico (solo hace falta pensar en la forma del animal para encontrar la similitud). Esto podría indicar que también se utilizaba como icono y amuleto de fertilidad y prosperidad, algo que también se encuentra estrechamente relacionado con las cualidades del elemento tierra que hemos comentado.
El Wuivre ha sido utilizado
también en el cine, y en especial se conoce bajo el nombre de Áuryn, el símbolo
que representa un portal a Fantasía en La Historia Interminable, el libro de
Michael Ende que fue adaptado a cine. Y es precisamente este simbolismo el que
ha hecho que su misticismo crezca en la actualidad: simboliza un portal entre
dos mundos, una vía de escape a un mundo mágico y lleno de posibilidades impensables
en nuestro día a día; en definitiva, es el símbolo que representa la
posibilidad de evadirnos por un momento de la realidad, un reflejo alternativo
de esta.
El símbolo del pentagrama está presente en muchos seres vivos de forma natural.
Uno de los símbolos más antiguos
y que más han trascendido a lo largo de la historia de la humanidad es el pentáculo.
Se han encontrado en yacimientos de la antigua Mesopotamia hace más de 6000
años como por parte de los sumerios, y prácticamente todas las culturas del
planeta, han utilizado y dado un significado al pentáculo, que ha recibido todo
tipo de nombres y ha sido usado con finalidades tan variopintas como sociedades
existen en el mundo. Y es que resulta que este mágico símbolo aparece de forma
natural y recurrente en la naturaleza, adoptando la forma de algunas flores, de
algunos seres vivos como estrellas de mar o incluso en el corte transversal de
una manzana.
Le estrella de cinco puntas está
presente en todo tipo de ornamentaciones y simbolismos de nuestra cultura, bien
sea en banderas, marcas de cerveza, ropa, coches y todo tipo de artilugios. De
hecho, no es casualidad que en el mundo cinematográfico y del espectáculo se
apode con el nombre de “estrellas” a aquellas personas que logran alcanzar el
punto más alto en dicha profesión; aquellos que pasarán al hall of fame de
este espectacular y maravilloso mundo. Sin embargo, el valor que en realidad posee
este símbolo es mucho más profundo que todo esto, pues es algo que ha penetrado
en el inconsciente colectivo, pasando a formar parte del imaginario cultural de
las vidas y de las historias de la raza humana, y es precisamente por eso por
lo que durante milenios ha sido tan valorado dentro de las Ciencias ocultas y
el esoterismo.
El pentagrama es un símbolo
sumamente poderoso que ha sido relacionado desde el origen de los tiempos a la
magia y el ocultismo, y aunque lo más probable es que su origen se encuentre en
la Antigua Babilonia, en la cultura de los sumerios, es en realidad en las
creencias egipcias y griegas donde verdaderamente calará y, a partir de ahí,
será transmitido al mundo hebreo y, posteriormente, al cristianismo.
El símbolo del pentagrama egipcio hacia referencia a Sirio, una brillante estrella.
En sus orígenes la estrella de cinco puntas representaba a Sirio o Sirius, el nombre otorgado a la estrella Alfa Canis Maioris, una estrella esplendorosa y brillante que ha llamado la atención del ser humano desde siempre. Por ello, se encuentra presente en la mitología, religiones y costumbres de gran cantidad de sociedades y culturas, pasando por algunas tan diferentes entre sí como la griega, la maya y la polinesia. Para los egipcios, esta estrella era conocida como Sopdet, Soyhis o Sethis, por lo que apareció ya en sus primeros registros astronómicos simbolizada por un perro que posteriormente se conocería como Can Mayor. Así, el jeroglífico de Sothis mostraba una estrella de cinco puntas y un triángulo, y era identificado con la diosa Isis, quien junto con su marido Osiris y su hijo Horus (cuyo ojo es otro famoso símbolo masón) formaba la trinidad celestial.
Para los griegos se correspondía con la estrella de Higía, diosa de la sanación, la limpieza y la luna, y su nombre proviene de la palabra “higiene”. Habitualmente era representada como una mujer joven que alimentaba a una serpiente enorme enroscada en su cuerpo, algo que más tarde adoptarían los romanos para la diosa de la curación galo-romana Sirona. Así pues, el pentáculo “Hugieia” era considerado un símbolo de curación, integridad, salud y bendición divina. Por todo ello, cuando el filósofo y matemático griego Pitágoras fundó una escuela filosófica y religiosa, utilizaron el pentagrama como símbolo identificativo secreto para reconocerse entre ellos y utilizaron las letras de los cinco elementos para referirse a los ángulos del pentagrama. Otro de los alicientes para que adoptasen dicho emblema es que el pentagrama contiene en sus proporciones el número áureo una gran cantidad de veces. También se le ha llamado “el Nudo Eterno” porque tiene la característica de que puede ser trazado con una sola línea recta sin levantar el lapicero del papel, aunque esta particularidad es común entre varios símbolos celtas como la triqueta.
Durante la Edad Media, para el cristianismo el pentagrama hacía alusión a las cinco heridas de Cristo, pero con el tiempo la cruz adquirió un mayor protagonismo y acabó convirtiéndose en el símbolo de la fe cristiana por excelencia, cayendo en desuso el pentagrama y siendo utilizado únicamente para prácticas perversas por los Satanistas como símbolo del diablo cuando era volteado hacia abajo.
Cuando el Pentáculo está invertido, representa el símbolo del diablo utilizado por los Satanistas
Cuando se está delineado en el cuerpo de un hombre, señala los cinco lugares en donde el Salvador fue herido, y, por lo tanto, los demonios le temen a este.
Referencia extraída de la Wikipedia
Ahora que tenemos unas nociones de donde procede este símbolo, vamos a explicar el significado del pentáculo celta y sus usos en la Wicca.
A pesar de que en ambos casos se
trata de estrellas de cinco puntas, no se trata del mismo símbolo. Por un lado,
el Pentagrama consiste en una estrella con cinco puntas sin ningún adorno ni elemento
extra, mientras que en el pentáculo celta se encuentra siempre inscrita dentro
de un círculo. Además, el Pentáculo puede ir con numerosos elementos extras
grabados, mientras que el pentagrama suele ir desnudo y sin adornos.
El significado de ambos símbolos celtas también dista bastante entre sí atendiendo a la cultura que lo utilizase, pues el pentagrama era asociado al misterio, a la divinidad, a dios, a la metafísica y a la alquimia, y resulta que para los cristianos representa las heridas de Jesucristo y su crucifixión. Por otro lado, para los alquimistas se trata de un poderoso símbolo utilizado para hacer referencia a la síntesis perfecta y el equilibrio y para la masonería representa la armonía entre el amor, la bondad, la justicia, la verdad, y la sabiduría.
Si bien ambos símbolos guardan
numerosas similitudes iconográficas, no se trata de un mismo símbolo bajo dos
nombres diferentes. La diferencia radica en que el tetragrammaton hace
referencia a una estrella de cinco puntas rodeada por un círculo (al igual que
el pentáculo) pero con la particularidad de que entre las puntas de los cinco
lados se encuentran inscritas las letras que dan nombre a este símbolo “TE-TRA-GRAM-MA-TON”.
Este nombre, en realidad significa “cuatro letras”, que es la forma que
utilizan los judíos para referirse al dios Yahweh, ya que tienen prohibido
pronunciar su nombre en vano. Otro uso sería el que le dan los Cabalistas
Hebreos, que asocian el Tetra con la unión del Padre, Hijo y Espíritu Santo, de
la cual surge el Todo Supremo. Todavía existe un uso más, el esotérico, en el
que el Tetragrammaton simboliza a un cosmos que representa al hombre, todo lo
que este puede ser y la dualidad de los elementos de la Naturaleza.
Cuando el pentagrama está inscrito
en un círculo une todos los aspectos del hombre; el cuerpo con la mente; lo espiritual
con lo profano. Nos recuerda que todo es un ciclo interconectado en el que no
podría existir la alegría sin el dolor, ni la vida sin la muerte. Todos los aspectos
de esta vida, tanto positivos como negativos, son necesarios para poder disfrutar
plenamente de esta, pues no habría cabida para el gozo en un mundo sin penas.
Así el pentagrama gnóstico representa a la figura humana con cuatro
extremidades y una punta, la cabeza, que simboliza el espíritu.
Cada una de las puntas del Pentáculo representa uno de los elementos de la naturaleza
El pentáculo hace referencia a
una estrella de cinco puntas circunscrita en un círculo que la dota de unidad,
proporcionando protección mágica cuando es usado como amuleto (ya sea dibujado
en papel o pergamino o grabado en metal, barro o madera). Lo más habitual es portarlo
en forma de colgante de plata (caso en el que estará más influenciado por los
poderes de la Luna) u oro (caso en el que estará más influenciado por el Sol) y
con símbolos mágicos grabados para que funcione como amuleto de protección contra
enfermedades de todo tipo.
El pentagrama celta es el símbolo por el que se canaliza el ir y venir de toda energía terrenal y espiritual, el medio a través del cual se interactúa con la Madre Naturaleza, y cuando es usado como colgante sus cinco vértices hacen referencia a los cinco sentidos y a la supremacía del espíritu sobre los cuatro elementos fundamentales (agua, tierra, aire y fuego) pero, sin embargo, cuando se invertía el pentagrama era para indicar que la naturaleza es superior al hombre. Por otro lado, cuando existe un círculo alrededor de la estrella lo que está señalando es la eterna sabiduría de la naturaleza, la protección, la cura; la infinita sabiduría y poder de la Diosa Naturaleza, que engloba a la Tierra, la Luna y al Cosmos, formando un ciclo sin fin. Es curiosa la casualidad de que sea precisamente la manzana la fruta que, tras cortarla, en su interior contenga un símbolo parecido al del pentagrama, pues esta fruta era muy venerada por los celtas y el manzano era entendido como el árbol de la inmortalidad (incluso la mágica Avalon era conocida como “la Isla de los Manzanos”).
Este símbolo celta tenía innumerables poderes y funciones en prácticas de brujería, y en función de cómo se orientasen las puntas y los símbolos y runas que tuviese grabado, los efectos eran distintos. De esta forma, existían pentáculos de amor, pentáculos de felicidad, pentáculos de protección, pentáculos de buena y mala suerte, pentagramas para curar fiebres y delirios, etc. Los celtas relacionaban el poder de este símbolo a la diosa Morrigan, y se referían a él como El Pie de la Bruja, y para los druidas era el símbolo de Cernunnos, el dios cornudo que representaba la fiereza de la naturaleza. Sin embargo, para los habitantes de Gaia no era a los dioses a quien hacía referencia, sino a los propios hombres en contacto con la naturaleza. Cuando es trazado con la punta superior hacia arriba, logra ahuyentar a los espíritus malignos, mientras que cuando es trazado el pentagrama invertido, los atrae. De hecho, fue durante la Inquisición cuando empezó a asociarse con el mal, pues la Santa Sede Católica buscó castigar a los herejes con la muerte, quienes, a modo de protesta, invirtieron el pentáculo para mostrar rebeldía, acto que fue considerado de hechicería y fue penado duramente. Desde ese momento, los significados del Pentáculo se han ido entremezclando y causando confusión, difuminando su verdadero significado y sus usos en prácticas esotéricas. En algunos textos se ha relacionado el símbolo celta triskel con el pentáculo invertido debido a que se ha asociado los tres giros infinitos de sus tres brazos con el número 666, el número de la bestia.
En la Wicca el pentáculo simboliza
al ser humano en busca de la iluminación interior, y las puntas hacen
referencia a las extremidades y la mente, de forma que quien lo porta encuentra
la armonía con el universo. Esta misma persona que lo lleve encima,
representaría los elementos de la naturaleza celta: tierra, agua, aire, fuego y
Éter, constituyendo este último la luz, la magia, el deseo y la mente, todos
ellos con la misma importancia.
El Pentáculo es habitualmente usado en las prácticas de los wiccanos
El Éter o espíritu es el
representado por la punta superior, y es el encargado de armonizar todos los
demás elementos en un equilibrio absoluto, y allí es donde reside la mente y
consciencia del hombre. De hecho, es allí el lugar en el que nuestros deseos son
emitidos hacia el Universo y a través del cual este nos responde. Su centro, formado
por un pentágono de ángulos iguales, sostiene todos estos elementos.
También existe un significado
dual que lo semeja al Yin y Yang que haría referencia a las energías y
principios femenino y masculino, así como a la Luna y al sol. Por ello, cuando
se porta un pentáculo de plata, el metal que mejor actúa en presencia de la Luna,
los poderes femeninos tienen mucha mayor fuerza, y cuando se lleva de oro, el
metal del Sol, los que se ven incrementados son los masculinos.
Dentro de los practicantes de la
Wicca, existen varias formas de utilizar el Pentáculo en sus rituales, pero
destacan dos principalmente:
Pentáculo como colgante: Se lleva como si fuera
un amuleto colgando del cuello, simbolizando la Fe pagana y sirve de protección
al portador, ayudándole a equilibrar sus energías. También es común llevar colgantes
de pentáculos acompañados de cristales de la piedra lunar Opalita (en todos sus
colores), que aporta todavía mayor valor a su portador.
Pentáculo en altares: Dentro de un altar
representa la Fe del practicante en la búsqueda de un propósito concreto, y
suele estar acompañado de velas, vasos de agua, gemas poderosas y plantas
aromáticas, además de los que se deseen bendecir para que puedan proporcionar
iluminación y poderes curativos a aquel que los porte.
En los altares paganos es muy habitual emplear el simbolismo del Pentáculo.
La espiral se presenta hasta en los brotes de las plantas.
La espiral celta es un símbolo que con frecuencia aparece en la naturaleza de forma natural, observándose en los caparazones de caracoles, en la forma en que se distribuyen las hojas de una rosa, en las imágenes tomadas desde satélites de los huracanes, en el hipnótico movimiento de bancos enteros de algunos peces o, incluso, en la forma de nuestra galaxia, que gira inexorablemente fruto de la gravedad.
Espiral en el caparazón de un llamativo caracol.
Es debido a este componente natural y caprichoso de la naturaleza que se la asocia con la energía, representando un símbolo energético. Asimismo, también suele estar ligada a la inocencia, la eternidad y el renacimiento. Quizás su apariencia más prolífica sea en la cultura celta, donde se dibujaban y grababan espirales en una amplia variedad de artefactos y decorados, pasando a formar parte de sus motivos artísticos principales.
Elige si buscar la luz o acostumbrarte a la oscuridad. Elijas lo que elijas, siempre será tu guía.
Significado simbólico de la espiral
La espiral celta es uno de los símbolos más antiguos que existen en la cultura celta, para quienes representa el concepto de crecimiento, fuerza vital, expansión y reencarnación. Por ello, era usada habitualmente como representación del tiempo y del movimiento de los astros, tanto con fines mágicos como prácticos, pues les sirvió para realizar sus calendarios (que, a pesar de ser muy primitivos, eran extraordinariamente exactos para la época). Algunas de las espirales más famosas y antiguas se encuentran en Newgrange (Irlanda), un gran montículo construido con piedra y tierra que se utilizó como cripta funeraria.
La espiral es considerada por los celtas como el símbolo del sol.
Los expertos consideran que es el símbolo celta más antiguo y que representaba la energía solar y, en concreto, al sol, relacionado con la iluminación del alma y la vida. Por ello, dentro del mundo espiritual, el símbolo de la espiral puede ser interpretado como un camino que conduce desde la conciencia externa (marcada por el materialismo, el ego y la percepción), hasta la iluminación de tu “Yo” interior, de la esencia invisible, el nirvana o conciencia cósmica. Los oscilantes movimientos entre el intuitivo mundo interno, intangible, y el mundo externo, la manifestación de la materia, se perciben mediante la espiral.
Simbología de la espiral celta
La espiral celta simboliza un movimiento circular que, desde un punto origen, se extiende hasta el infinito. Dicho movimiento tiene la particularidad de iniciar una progresión cíclica por un principio de rotación por el que se renueva constantemente. Por ello, se encuentra estrechamente ligada al eterno ciclo de nacimiento y muerte, constituyendo un símbolo de la vida. Se trata de un movimiento bidireccional cuyo centro correspondería con un fractal, un símbolo infinito que hace una alegoría a la dualidad de la vida, el equilibrio entre el bien y el mal: toda acción va a hacernos crecer en una dirección, permitiéndonos crecer en la espiral de la vida y desarrollarnos si actuamos bien, o sumiéndonos en un ciclo de involución cuando actuamos de forma egoísta y ruin. La particularidad de que sea un símbolo sin origen ni final es una constante de esta cultura, pues esto también se aprecia en otros lazos celtas como el nudo perenne o la triqueta.
Además, con respecto a la idea de
renacimiento o crecimiento, representa a la conciencia de la naturaleza que,
desde un núcleo o centro, se expande lentamente, pero sin pausa, hacia el
exterior. Este continuo crecimiento y desarrollo es el camino de todas las
cosas. Dentro de esta idea, para los celtas representó el progreso y el
desarrollo continuo del ser humano, que va formándose física y espiritualmente
con el paso del tiempo, pasando inevitablemente por todos los ciclos de la vida.
Las espirales simples y dobles (también
llamadas sistrel) eran los signos más sagrados de la Europa neolítica y, de
hecho, se han encontrado esparcidas por todo el continente grabadas en
monumentos y templos megalíticos, así como en piedras umbrales irlandesas,
ubicadas en las entradas a tumbas y necrópolis. Es razonable creer que las
espirales talladas en monumentos precélticos representaban la interminable sucesión
de los ciclos de las estaciones, del día y la noche y de la vida y la muerte,
así como los movimientos astronómicos del sol, la luna y las estrellas.
Movimiento en espiral de la bóveda celeste.
Se trata así de un símbolo celta cósmico de la constante del desarrollo de todas las cosas, un símbolo de la vida eterna que nos recuerda el flujo y movimiento del cosmos. No es casualidad que los celtas representasen las estrellas como espirales alrededor de un mismo núcleo, la Estrella del Norte (que para ellos era la localización del cielo). De esta forma, las estrellas del cielo parecían rodar entorno a ella, formando una trayectoria en espiral por la que las almas ascendían hacia su futura vida. Por ello podría establecerse una conexión entre la espiral y los poderes sobrenaturales, el crecimiento y la decadencia perpetuos, la evolución y la involución de cualquier sistema. También era común utilizar la espiral girando en sentido a la derecha para invocar el elemento “agua” o señalar fuentes potables, así como símbolo de buena fortuna, representando el equilibrio y la armonía del sol con la tierra.
Espiral doble o sistrel
La espiral doble o sistrel hace referencia a la dualidad de la vida.
La espiral celta doble o sistrel, formada por dos espirales que giran en el mismo sentido, es la representación más explícita de la dualidad de las cosas y el crecimiento en relación con el movimiento del cosmos. Habitualmente era utilizada para simbolizar los equinoccios, es decir, las dos fechas del año en que día y noche tienen la misma duración. En las culturas orientales su equivalente sería el símbolo del Yin y el Yang. Existe también otra espiral doble, las espirales inversas, que son dos espirales girando en sentidos opuestos. La que gira a la izquierda representaría al sol creciente de verano, mientras que la que gira a la derecha, al sol menguante de invierno.
Espiral de la Vida
Por último, existe una tercera variante de esta espiral celta, conocida como la Espiral de la Vida. Esta es dibujada como tres espirales que proceden de un mismo punto de origen. Algunos investigadores creen que está relacionada con el concepto celta de la Triple Diosa, una deidad capaz de manifestarse de tres formas diferentes (no hay que confundirlo con el Triskel, por muy parecidos que puedan parecer). Esta triple diosa correspondía en muchos relatos con la diosa Anu, nutridora y madre de todos los demás dioses. Por ello, era frecuentemente utilizada como símbolo del embarazo y amuleto de la fertilidad, y es gracias a esa propiedad que se la ha denominado “Espiral de la Vida”, ya que para para los celtas el movimiento del sol es simbolizado con una espiral cada tres meses, así que una triple espiral haría referencia a los 9 meses que dura un embarazo y, por tanto, el tiempo que tarda en dar el don de la vida.
La cultura celta está construida sobre una rebosante cantidad de símbolos con profundas connotaciones representativas, de entre los que destaca la Triqueta. El nombre Triqueta proviene del latín “tri-ket-ra”, que se traduce como “de tres esquinas” y, a pesar de tener un origen indoeuropeo, se le ha dado numerosas interpretaciones a lo largo de los siglos, formando parte de la iconografía fundamental de los pueblos vikingos, celtas y romanos, pues se ha encontrado principalmente en estelas celtas, en runas vikingas y en ollas y vasijas romanas (existen teorías afirmando que estas fueron hechas por esclavos celtas). Está formado por tres óvalos con los extremos en punta unidos por uno de sus extremos y rodeada por un círculo cerrado, aunque existen variantes.
Se han encontrado tallas
semejantes a triquetas en lugares de la India datados con unos 5000 años de
antigüedad, y en la cultura occidental parece que el símbolo apareció por
primera vez alrededor de los siglos VII y VIII en culturas nórdicas como la vikinga.
De hecho, existe un símbolo en esta cultura que tiene características muy
similares a las de la triqueta, el Valknut o símbolo de Odín, padre de
todos en la mitología nórdica.
La Triqueta es uno de los símbolos celtas más conocidos, pero, como hemos dicho, ha sido encontrada también como parte de la iconografía simbólica de diversas culturas. De esta forma, podemos encontrarla en piezas metálicas y en manuscritos iluminados como el Libro de Kells, así como en cruces celtas y losas de la época cristiana primitiva.
La triqueta es un símbolo ampliamente utilizado en la iconografía celta
Aunque ni eruditos ni
historiadores se han puesto de acuerdo sobre el origen de la triqueta ni sobre
su significado, casi todas las corrientes religiosas y espirituales tienen en
común que agrupan sus significados en triadas. El número treses
el número más sagrado para la cultura celta, así como para la cristiana, y
en ambas representa la perfección y el equilibrio. Este número ha
sido una cifra recurrente en el simbolismo de diferentes culturas ancestrales
alrededor de todo el globo. La ley de las tres peticiones es una ley ocultista
que exige que cualquier petición mágica significativa debe formularse tres
veces, y era estrictamente respetada en esta disciplina. El principio en el que
se basa es el de que, en la primera declaración se alerta a la mente
consciente, en la segunda entra en juego el subconsciente y en la tercera el
espíritu está suficientemente comunicado con ambos niveles de conciencia para
poder responder por sí mismo sin interferencias de las normas racionales
preprogramadas.
La triquetra se relaciona con el número tres, por lo que es el símbolo de la perfección.
Este símbolo es conocido también
con el nombre de trinidad celta, que representa la triple dimensión de
la igualdad, la eternidad y la indivisibilidad de todo lo que afecta en el
universo, una concepción primitiva de la teoría del caos y la causalidad.
Además, plasma la filosofía celta según la cual el Todo tiene tres niveles:
físico, mental y espiritual.
El tres para la mitología celta simbolizaba la fusión de tres personalidades divinas o elementos en una sola. Adquiría el significado de “el medio”, refiriéndose a la indecisión entre el bien y el mal. Representa la plenitud y la totalidad, como en los tríos pasado/presente/futuro y cuerpo/mente/espíritu. Los pitagóricos también lo consideraron como el primer número completo ya que, igual que tres guijarros puestos en fila, posee un comienzo, un medio y un final. Este emblema fue adoptado en Embrujadas, adaptando algunos significados para la serie. En ella, cada óvalo hace referencia a una de ellas y el círculo a la unión entre las tres, y representa “el poder de tres”, que hace invisibles a las protagonistas. También aparece en The Walking Dead, en la katana de Michonne, y en videojuegos como el Assassin’s Creed.
Durante la invasión del imperio
romano, en la conquista de Julio César, el ejército adoptó la triqueta a su
cultura, la galorromana, y la iglesia cristiana romana de Constantino II acabó
dándole el significado de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
De esta forma se desdibujó su significado celta y adquirió gran importancia para
el mundo cristiano. En las creencias cristianas, además de incluir el
significado de la Santísima Trinidad, se incorpora el símbolo del pez en su
forma original, el de los peces del Vesica.
El sagrado Libro de Kells,
una de las joyas cristianas y uno de los tesoros nacionales de Irlanda, es un
libro religioso que ilustra los evangelios de Cristo y destaca la historia de
los celtas, adornándolo todo con motivos relacionados con el mundo celta, como
la Triqueta.
El que la línea sea continua, sin principio no fin, se relaciona con la fertilidad femenina, la cual tiene mucho que ver con la triple diosa celta Morrigan. Al representar la parte femenina del universo la utilizaban principalmente los druidas varones, debido a que la ideología celta se basaba en un avanzado sentido del equilibrio (aunque no era exclusivo de varones, pues muchas dríades lo utilizaban para sus rituales). Asimismo, la triqueta representa la vida, la muerte y el renacimiento (o reencarnación para los celtas). La creencia del druidismo de que todos los seres pueden reencarnarse en otros está especialmente ligada con la feminidad, pues la mujer adquiere el papel de dadora de vida y portadora de la muerte, de lo que se concluye que eran las dríadas (las sacerdotisas celtas y protectoras de los Bosques Sagrados) quienes se encargaban tanto de los ritos de fertilidad como de los funerales.
La triqueta es un símbolo lunar que se asocia con la feminidad y el ciclo de la vida.
Los rituales lunares están
directamente relacionados con la triqueta, la fertilidad y la feminidad del
universo, por lo que las fases lunares son muy importantes para el druidismo y,
de hecho, el calendario celta es lunar. La alusión de la triqueta a la triple
dimensión de la divinidad femenina lo relaciona con la Triple diosa lunar,
que puede adoptar cualquiera de sus tres formas: doncella, madre o anciana. Es
habitual encontrarse con un círculo pasando a través de los tres lazos de la
triqueta simbolizando la unidad y conexión de los tres elementos.
En el paganismo moderno este nudo
es muy importante, pues ha sido utilizado en los últimos dos siglos por los
cristianos celtas, paganos y agnósticos para representar los temas tripartitos.
Los neopaganos célticos la utilizan para representar uno de los diversos triples
en su cosmología y teología (como la división tripartita del mundo de los
reinos de la tierra, el mar y el cielo nocturno, que lo diferencia del
trisquel) o como símbolo de una de sus diosas triples, Morrigan, la
diosa espectral o reina de los fantasmas. Esta era la diosa de la guerra
de los celtas irlandeses antiguos, y aparecía en los campos de batalla inspirando
coraje y furia en aquellos guerreros que la adoraban. Su poder destructivo era
de la talla de su apetito sexual, y por ello se la asocia tanto a la muerte
como a la nueva vida, aspectos fuertemente ligados en todo el mundo celta. Su
forma habitualmente era conocida como Morrigu, pero podía adoptar alguna de sus
tres transmutaciones, también conocidas como las tres hermanas. La primera de ellas
era Badh, cuyo nombre en celta antiguo significa corneja, forma que
adoptaba para incitar a los guerreros a combatir; la segunda era Macha,
que significa batalla, en la que adoptaba la forma de un cuervo hembra, con el
que hurgaba entre los cadáveres derrotados; por último, estaba Nemhain,
que significa pánico, debido al aspecto espantoso que adoptaba para presentarse
ante aquellos que iban a morir.
Diferencia entre trisquel y triqueta
A pesar de que en muchas ocasiones el significado de ambos símbolos celtas coincide, no se trata del mismo ni mucho menos. Por un lado, el triskel es un símbolo solar masculino que era asociado al dios de la vida Dagda, solo podían llevarlo los druidas y habitualmente era usado como símbolo de la perfección y la armonía, así como el aprendizaje continuo y la evolución. Por el otro, la triqueta es un símbolo lunar femenino que se asociaba a la diosa triple Dana, que era conocida por sus poderes curativos y su capacidad para dar el don de la fertilidad.
Llevar este talismán de plata
encima nos conecta con la energía femenina y, según la tradición
popular, la Triqueta era un símbolo mágico con dones de sanación y bendición
capaces de curar cualquier dolencia si se la sostiene sobre la parte afectada o
del enfermo (ayudada de agua de cascada y un ritual de sanación). Por ello,
está especialmente ligado a la salud femenina y a la de los niños, que aún
permanecen bajo su cuidado. Sin embargo, al igual que su significado, también
podía traer la muerte si el usuario druida la convocaba. También se le atribuye
el lema de “todo lo que hagas te será devuelto con el triple de fuerza”, de ahí
su poder protector cuando se lleva, pues todo el mal que se pueda
recibir volverá a su origen tres veces más fuerte.
Actualmente es llevada como amuleto protector, para atraer abundancia y energía, pues dicen que invoca a las fuerzas ancestrales para que el portador reciba toda la energía mágica que contiene.
La triqueta, debido a su gran poder, es conocida por ser usada en rituales sagrados por los druidas.
Existen muchos ritos relacionados
con la brujería y la hechicería que se elaboran colocando la Triqueta en el
centro de un altar para luego encender una vela blanca en cada extremo, se
escogen tres inciensos clavados en cada una de las velas y, en la parte de
arriba, se colocan tres flores, una de jazmín, una de rosa y otra de pachulí.
Después, con un quemador de aceite, se enciende todo y se realizan cantos
específicos hasta nueve veces (el poder de tres veces tres).
Poderes Sagrados, escuchad mi súplica.
Triple Aspecto de la Divinidad, yo te invoco.
En esta y a esta hora mágica te pido que me inundes de tu poder.
Bendice a este símbolo de tu amor, bendice a este símbolo con tu poder.
Pues día y noche te siento junto a mí.
Escucha mi llamada, escucha mi súplica.
¡Por el poder de Tres Veces Tres, siempre conmigo!
¡Por el poder de Tres Veces Tres, que así sea!
Todo debe consumirse hasta el
final, repitiéndolo por tres días seguidos (el día anterior a luna llena, el
mismo día de luna llena y el posterior. Luego se debe retirar la triqueta y
colocarla en la recepción de los dones sagrados utilizando una cadena de plata,
lo que permite el contacto con la piel en todo momento.
Este ritual es utilizado por los
creyentes del esoterismo y de la Wicca, quienes afirman que es
muy efectivo. Sin embargo, tal y como se ha establecido el ritual y la oración,
bien podría estar dirigido a la trinidad cristiana, pues para ellos representa
la indivisibilidad e igualdad de la Santa Trinidad, armonizando el equilibrio
entre cuerpo, mente y alma. Por ello, portarlo a modo de colgante, pulsera o
anillo podría ayudarte a equilibrar los tres planos.
En definitiva, la Triqueta Celta
es un símbolo pagano y cristiano poderoso que representa las tres fuerzas de la
vida que permiten que todo nazca, crezca y se regenere. Aporta cualidades de renovación,
tanto física como espiritual, y gran energía vital. Símbolo luminoso y positivo
que aporta gran potencial de renovación y de crecimiento personal y
espiritual.
Asignarle un único significado a un símbolo que se
repite en muchas culturas y durante miles de años es bastante arriesgado.
Debido a su belleza estética y su profundo simbolismo, la Triqueta es muy
utilizada en el mundo de la decoración personal, joyas, tatuajes, etc. Su
belleza es innegable y la falta de acuerdo sobre su simbología le aporta un doble
poder puesto que cada uno puede hacer su propia lectura según su fe y
creencias, consagrándose como algo totalmente atemporal.
El Awen es un símbolo que fue creado en el siglo XVII por un cantero, poeta y coleccionista de antigüedades llamado Lolo Morgangw en Reino Unido. Por lo tanto, no es uno de los símbolos celtas que pueden encontrarse en antiguos yacimientos de este mágico pueblo, aunque sí que existen referencias a dicho símbolo en algunos escritos. Lolo vivió en Gales y, durante toda su vida, defendió en sus trabajos que la tradición ancestral de los druidas había logrado sobrevivir en Gales intacta a tres momentos críticos de la historia de Gran Bretaña: la invasión del Imperio Romano, la cristianización de las Islas Británicas y la persecución que sufrieron los bardos por mandato del rey Eduardo I. Tras la muerte de Lolo, su hijo se dedicó a seleccionar y publicar sus trabajos más representativos, entre los que destaca “Barddas”. En este tomo proclamaba una filosofía y una metafísica basada en la teoría de los anillos concéntricos que provenían de lo que él llamaba “Otherworld” (el otro Mundo), cuyo significado en galés, “Annwn”, arroja cierta luz sobre el significado del Awen. Para Lolo, el “Annwn” penetraba el Abred y el Ceugant para poder llegar a la pureza del Gwynfyd, representados por los tres círculos concéntricos que encierran al símbolo, los famosos círculos celtas de la Creación.
La reciente creación de este
símbolo lo ubica dentro del Neodruidismo, que en la actualidad ha
entrado a formar parte de la lista de prácticas religiosas a las que cualquier
interesado puede afiliarse. Para poder realizarlo es imprescindible no
encontrarse en ciudades, pues su práctica está estrictamente ligada con la
Madre Naturaleza y todo aquello que Gala significa.
El significado más ampliamente
aceptado es que el Awen simboliza la armonía entre opuestos, mediante
tres líneas que desciende de los tres puntos superiores, donde la central
representa el término medio y la armonía, mientras que las otras dos, los dos
extremos de un mundo dual como el nuestro. Habitualmente esa dualidad se
relaciona con la energía masculina y femenina, en cuyo punto medio se encuentra
el equilibrio entre ambos.
Otros asocian al Awen con el
antiguo axioma de “como es arriba es abajo”, pero si se analizan los elementos
de este símbolo, uno se da cuenta de que no pretende recordar a los postulados
de Hermes Trismegisto, sino que, más bien, hace referencia a que las cosas de
arriba son divinas (formas circulares) y que las de abajo son terrenales
(formas rectas). Aun así, son muchos los que afirman que las tres rectas
simbolizan los tres rayos que descienden del cielo para iluminar a la humanidad,
una iluminación capaz de llevarnos al soñado éxtasis si es canalizada
correctamente.
Aunque el símbolo como tal fuese
creado recientemente, el vocablo “Awen” tiene un origen mucho anterior,
encontrándose por primera vez en escritos del siglo IX. La primera
referencia que tenemos se encuentra en el libro “Historia Brittonum”,
escrito por un monje de Gales llamado Nennius alrededor del año 769 de la era
cristiana, en el que dice: “Luego, Talhearn Tad Awen ganó la fama por su
poesía”. Tad significa “padre”, así que
Talhearn es el creador del símbolo y, a pesar de que esto no nos aporte mucho
en cuanto a su significado, sí que nos demuestra que el Awen existía como
concepto en una época en la que Diarmat mac Cerbaill aún reinaba como el último
rey supremo semi-pagano de Irlanda, más o menos un siglo después de la misión
de San Patricio para conducir a los irlandeses a la cristiandad (una época en
la que Gran Bretaña e Irlanda estaban todavía en transición desde el paganismo
hacia la cristiandad).
Los antiguos bardos cantaban poemas sobre la Awen.
Para descubrir qué es lo que
significa Awen, es necesario analizar la palabra como tal. En gaélico, el
sustantivo femenino Awen ha sido traducido como inspiración, musa, genio
e, incluso, como frenesí poético. Está formada por la combinación de dos
palabras: Aw, que significa “fluido” o “flujo”, y en, que
significa “principio vivo”, “ser” o “espíritu”, por lo que se traduce
literalmente como “el espíritu que fluye”. Tras saber esto, hay que
buscar en lo que sobrevive de la obra de los bardos de la Gran Bretaña
medieval, que fueron los legados más fieles de la tradición druida y los
responsables de su posterior transmisión. Los llamados cuatro antiguos libros
del país de Gales (El Libro Blanco de Rhydderch, El Libro Rojo de Hergest, El
Libro Negro de Caermarthen y El Libro de Taliesín) contienen varios poemas que
se refieren a Awen, en especial el de Taliesín. Sin embargo, el estilo
poético de los bardos es enigmático y, a menudo, extremadamente complicado de
comprender para alguien que no está habituado al arte poético del medievo. A
pesar de ello, en el siglo XII el poeta apodado Prydydd y Moch, también
conocido como “el poeta de los cerdos”, dice:
“El señor y la señora me darán la dulce Awen como si desde el caldero de Cerirdwen.”
Aquí, el bardo afirma que el Awen
le es dada como “fruto del caldero de Ceridwen”, conocida como “la regenta de
los bardos”, de quien se dice que la bebida de su caldero abre la mente del
bardo al don del Awen. Resulta tentador imaginarse un caldero mágico de la
inspiración conteniendo algún brebaje embriagador, hipótesis que se sustenta en
las abundantes referencias alaguamiel y bebidas alcohólicas de
los poemas de Taliesín, en especial “La Silla de Taliesín”, que acaba con las
siguientes frases:
“Resplandor radiante ilumina al que elabora el brebaje,
Por encima del caldero de los cinco árboles,
Y el fluir de un río,
Y expandirse el calor,
Y la miel y el trébol,
Y la suprema aguamiel embriagadora,
Como el metal a un jefe guerrero,
El regalo de los Druidas.”
La silla de Taliesín
Muchas tradiciones europeas
contienen ejemplos de cómo el aguamiel puede conferir dones mágicos o
espirituales a aquellos que la beban. De hecho, el dios nórdico Odín bebe del
aguamiel mágico, el Kvasir, en un caldero llamado Odhroerir (que significa
“inspiración”) después de seducir a su guardiana, la hija de un gigante. Por
ello, es muy probable que los bardos usasen la metáfora del caldero de
Ceridwen para hacer referencia a la recepción de la inspiración poética y,
por ello, no es de extrañar que el genio poético de Taliesín, obtenido del
caldero de la diosa, fuese venerado por generaciones de bardos que, a lo largo
de los siglos, le han continuado atribuyendo poesías y considerándolo el
maestro supremo de su arte. Además, la palabra Awen es entonada tres
veces por los grupos de druidas para abrir el camino del espíritu a la
diosa como fuente de inspiración. Para ello, se utiliza en forma de mantra
largo y mantenido en un tono bajo, de forma similar al Om hindú. Así
pues, se habla aquí de Awen entendida como “el espíritu que fluye”, como un río
traído del mar por el cántico del poeta, aquella porción del mar de la
inspiración que el bardo, a través de su invocación, atrae hacia sí mismo.
Figura de Dana y el caldero de Ceridwen.
En la tradición bárdica, las mujeres llegan a ser consideraciones individualizadas del Awen o de la diosa como musa. El equivalente más cercano al Awen en la tradición celta irlandesa es Danu o Dana, un término que significa para ellos una serie de términos relacionados como don, tesoro, arte, ofrenda, vocación, poema o canción y, de hecho, en Irlanda el término Aes Dana (traducido literalmente como “la gente de arte mágico”) hacía referencia a toda persona que practicase las artes bárdicas. La palabra también está relacionada con Dana, Danu o Anu, la madre diosa del panteón pagano irlandés, los Tuatha de Danann, una teoría que corrobora uno de los textos más antiguos conservados, que describe a la poesía, es decir, a Dana, como “de forma múltiple, de facetas variadas, de magias multitudinarias, una doncella bien abrazada y noble” que se les aparece a los bardos durante el proceso de composición.
Sin embargo, en la mitología celta la diosa más asociada a los bardos es Brigit, cuyo nombre significa “mujer bella” o “el poder del Destino”. Según el Glosario de Cormac, esta era la diosa de las filidecht (las artes de los bardos, la sanación y la magia), refiriéndose a ella como “una diosa alabada por los poetas debido a la gran y afamada protección que les presta”. Curiosamente, con la llegada de la Era Cristiana, esta diosa pagana irlandesa fue reemplazada por una santa del mismo nombre, Santa Brígida, que asumió gran parte de los dones y atributos de su predecesora.
Awen tiene sus homólogos en otras culturas como la Shakti hindú (la gran madre del universo), y el espíritu santo cristiano. A ambas se las entiende como la energía empleada por la deidad para crear en Universo y se las vincula con la sanación y la profecía, dones asociados con Awen. Además, el término Maná, original de los Melanesios, ha sido empleado como término universal para tales fuerzas espirituales que determinan el funcionamiento del mundo.
Así pues, Awen no es sólo un
símbolo, sino que es el espíritu, el Maná, algo similar al concepto del alma; el
éxtasis. Es descrita como fuego o como algo líquido que significa iluminación,
las trascendencias de la conciencia sobre el Ego.
Cuando Awen llega, el tiempo se detiene, se sobrepasa
la idea de tiempo y espacio en aras de la inspiración artística; trasciende la
identificación del yo común al pensamiento contemporáneo y deja a un lado la
idea de la personalidad, del ego existencial, para alcanzar el soñado éxtasis
divino. Es una iluminación espiritualsin la cual los artistas no
pueden expresar su arte, es decir: sin Awen estos no pueden manifestar en
todo su esplendor sus sentimientos y sensaciones, por tanto, su obra carecerá
por completo de valor. Así pues, se trata de la madre de toda obra de arte y,
por ello, muchos poetas del siglo XIX lo utilizaron para recibir la inspiración
necesaria.
La cruz solar es uno de los signos más ampliamente conocidos por la cultura celta y es considerado por antropólogos, historiadores y arqueólogos como uno de los símbolos más antiguos de las civilizaciones y mitologías de todo el mundo, así como uno de los más comunes, pues aparece en toda clase de artefactos de la Europa prehistórica independientemente de que estuviesen o no relacionadas las religiones de la época, en particular desde el periodo Neolítico (6000 a.C. – 3000 a.C.) hasta la Edad de Bronce de Europa (3000 a.C. – 1200 a.C.).
Se han hallado grabadas en piedra en diferentes yacimientos de la Edad de Piedra, como en los menhires de Callanish, localizados en la isla de Lewis, en las Hébridas, el emplazamiento megalítico más famoso de Escocia. En las religiones primitivas de la Edad del Bronce se encontraban frecuentemente en los artefactos utilizados para el culto a sus divinidades, como en la religión escandinava, quienes denominaban dicho símbolo como la Cruz de Odín. La combinación de la cruz con el círculo es la más simple representación la idea de la unión de las polaridades opuestas del mundo occidental y se solía asociar con el sol (de ahí su nombre) y el árbol de la vida. La asociación de árboles con cruces parece que proviene de antiguas prácticas chamánicas, ya que tallaban cruces en los tocones de árboles talados creyendo que así lograrían que el espíritu del árbol sea capaz de vivir en el tocón. Esta práctica es originaria de los conceptos Indo Arios de la deidad emergiendo de los árboles. Además, en las Highlands escocesas se realizaban también con madera de serbal para luego atarlas a las colas de ganado vacuno con un hilo rojo para protegerlas, ya que el serbal era utilizado como protección. Es un signo tan antiguo que se cree que de él derivan otros símbolos celtas como la cruz celta.
La cruz solar también es conocida como la Rueda de la Vida o la Ley del Cambio.
La cruz inscrita en un círculo
tiene un significado común en todas las religiones: es La Rueda de la Vida,
la Ley del Cambio, el progreso, la evolución de la consciencia
y la materia. Probablemente sea el símbolo religioso más antiguo del mundo,
pues aparece tanto en religiones asiáticas, americanas, indias y europeas,
entre las que se encontraban las paganas. Antes de la extensión del
cristianismo existieron en Europa muchas culturas independientes y prósperas,
pero tras la llegada del Imperio Romano y todos los que le siguieron, estas fueron
exterminadas poco a poco, hasta casi erradicarlas por completo. La mayor parte
de estas religiones eran paganas y, por tanto, se encontraban profundamente ligadas
a los ciclos del sol, la luna y la naturaleza, pues todas ellas tenían la
convicción de que por encima del hombre se encontraban las leyes de la
naturaleza, que rigen el mundo. Por ello, las asociaron a diferentes deidades y
seres elementales superiores que, a través de la enseñanza de fábulas y cuentos
sagrados, permitirían a las futuras generaciones aprender a ver el mundo como
es en realidad, y la Cruz Solar era uno de los símbolos más emblemáticos para
ello.
En la Wicca, la Cruz Solar
representa al sol, y cada una de sus cuatro partes corresponde a una de las
estaciones del año, los dos equinoccios y los dos solsticios, formando la Rueda
del Año. En este caso, la cruz solar se representa con cinco círculos, uno
en el centro y otros cuatro donde se unen las líneas con el círculo exterior.
En casi todas las culturas hace
referencia al sol (centro) y al ciclo de las cuatro estaciones (cada uno de sus
cuadrantes), pero si estas cuatro, a su vez, se dividen en otros cuatro,
dividiéndola en ocho partes iguales, representaría las fechas intermedias entre
estas, de gran valor en las tradiciones celtas. De esta última cruz se
derivaría la cruz pateada o paté, que fue ampliamente usada por los templarios,
ayudando a su difusión en todo el cristianismo. En astronomía, se usa el mismo
símbolo para designar la Tierra viajando alrededor del sol. Otro de los
grandes poderesde la cruz es el de crear, pues no puede haber
creación sin la intervención de esta, algo que se repite una y otra vez en la
naturaleza: se cruzan las especies de animales, los átomos, las moléculas… Todo
ello con un único propósito, perpetuar la vida. El fruto de este
cruzamiento, el Ser, correspondería con el punto central de la cruz.
Uno de los mayores poderes de la Cruz solar es el de crear
Esta cruz está directamente
relacionada con el número cuatro debido a las cuatro divisiones que crea
dentro del círculo, que las dota de unidad. Casi todas las culturas antiguas y
modernas la han utilizado para hablar del simbolismo de este número y de la
materia en sus cuatro estados elementales (aire, fuego, agua y tierra), así
como las cuatro direcciones cardinales, los cuatro vientos, la Tierra, etcétera.
También es utilizada para hablar de la confrontación de los opuestos que
existen en el mundo, representados mediante los dos sentidos que componen la
cruz, de forma que hace referencia a las oposiciones tierra-cielo, vida-muerte,
positivo (vertical)-negativo (horizontal). También es asociado con los grandes
valores de la existencia, que son dos:
El eje horizontal, símbolo femenino, que
representa la materia, el tiempo y la limitación.
El eje vertical, símbolo masculino, que
representa el espíritu, el vacío y la libertad.
Al cruzar ambos ejes y sus
respectivos valores, surge su función de síntesis. Esta función de
síntesis y de medición representa los ejes principales del cosmos, el tiempo y
el espacio. También es un símbolo de la unión permanente del universo, pues
comunica el cielo con la tierra, siendo el máximo exponente de la expresión
“arriba es como abajo”. Incluso hoy en día sigue usando en prácticas simbólicas
por los amerindios y otros pueblos indígenas. Según otras fuentes, la Cruz
Solar representa las cuatro etapas de la vida, desde su inicio hasta su final,
por lo que tendrá una gran relación con su portador.
“Un símbolo universal de los más remotos tiempos; es el símbolo cósmico por excelencia. Este es un centro del mundo y, por lo tanto, un punto de comunicación entre el cielo y la tierra y un eje cósmico, por consiguiente, comparte el simbolismo del árbol cósmico, montaña, pilar, escalera, etc”
Una simbología mucho más amplia e
interesante sería la representación de los cuatro ríos del paraíso los
cuales contienen tanto el Primer paraíso descrito en el Corán como el Jardín
del Edén de la Biblia. El río que salía del Edén, regando todo el Jardín del
Paraíso, terminaba ramificándose en otros cuatro, de los que, según la
tradición, nacieron aquellos que fluyen por la Tierra.
Plantó Dios un jardín en Edén, al Oriente, y allí puso al hombre a quien formara. Hizo brotar en él de la tierra toda clase de árboles hermosos a la vista y sabrosos al paladar, y en el medio del jardín el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Salía del Edén un río que regaba el jardín y de allí se partía en cuatro brazos. El primero se llamaba Pisón… el segundo se llamaba Guijón… el tercero Tigris… el cuarto Éufrates.
Génesis (2, 8 a 14)
En muchas culturas la Cruz solar tienen un equivalente con los Cuatro ríos del Paraíso.
Teorías similares a la anterior
aparecen en otros antiguos textos religiosos y culturales, como la Narración
del Comienzo de los Tiempos de los Indios Navajos, el Relato del Paraíso Chino
de Kwen-lun, el Lago de la Vida de los Kamulks Siberianos, el Rigveda hindú, el
Visnú-Purana e incluso mitos iraníes concernientes a la fuente central del Ardi
Sura. A pesar de que todos ellos son distintos mitos que provienen de diferentes
creencias y relatos antiguos, todos ellos tienen en común que hablan de cuatro
corrientes, caminos o direcciones que parten de un mismo punto inicial, bien
sea el Paraíso del Edén, el Ombligo del Mar o el Paraíso de Brama en la Cumbre
Mundial. De esta forma nos encontramos ante una interpretación de valor cósmico
en cuyo centro se sitúa al Sol o a un Dios Omnipresente, mientras que los
cuatro brazos que parten de él se convierten en direcciones místicas que
fluyen para dar dinamismo y energía a todos los demás elementos del
sistema.
El cuadrado es la expresión
geométrica de la “cuaternidad” (combinación y ordenación regular de
cuatro elementos), designando lo antidinámico, la perpetuidad y estabilidad de
la perfección, y su superposición con el círculo muestra las relaciones
existentes entre el cielo y la tierra, pues el cuadrado simboliza a la Tierra y
todo lo creado en esta, en contraposición al círculo, que representa el Cielo y
a la energía creadora. De esta forma, además de los cuatro elementos, las
cuatro estaciones, las cuatro etapas de la vida, las cuatro etapas de la
consciencia o de los cuatro puntos cardinales (todos ellos suministrando orden
y firmeza al mundo), nos encontramos con que existe un elemento de conexión
entre ellos, que los hace fluir y rotar en un ciclo eterno. El trisquel,
tetrasquel, pentasquel, hexasquel o radiales son ruedas solares que, con sus
particulares derivaciones, representan el sol en movimiento y, por eso, cuando
aparece en monumentos funerarios su función es la de iluminar el camino
del muerto en su largo viaje.
Como muchos otros símbolos celtas, está ligada directamente con la naturaleza y la vida, y de ahí viene que sea también conocida como la Rueda de la Vida o la Ley del cambio simboliza el progreso, la evolución de la consciencia en o desde la forma y la materia. Pueblos indígenas americanos y amerindios la usan en sus prácticas sagradas como la Rueda de Medicina, cuyo centro para ellos representa al Sol. Durante la Edad de Bronce tenía conexiones con la rueda de ejes de carro, que por entonces era de cuatro. Dicha innovación tecnológica surgió en Europa a mediados del segundo milenio a.C. Antiguas cruces orientales, esvásticas o geminadas (o “gammadas”) derivan de la rueda solar, remitiendo a la noción de las fuerzas cósmicas que giran y fluyen de forma infinita. Por ello, el hecho de que la esvástica sea popularmente conocida en la actualidad como el más representativo emblema nazi, no quiere decir que este símbolo tenga nada que ver, sino más bien todo lo contrario, pues se trata de una apropiación cultural para los fines propios de una ideología.
La Cruz de Taranis, el dios del trueno celta, es una variación de la Cruz solar
Una de las variaciones de la Cruz Solar es la Cruz de Taranis, formada a partir de esta, pero añadiéndole dos diagonales en sentido opuesto, formando un círculo dividido en ocho partes iguales, correspondientes a la unión de los solsticios con los equinoccios cuyo centro sería el sol. Esta cruz está asociada al dios del trueno y del cambio galés, Taranis, quien también se vinculaba a los espacios celestes.
Del hecho de que la Cruz Solar
simbolizase en todas las culturas el cuaternario, se derivó a que en muchas de
ellas simbolizase los cuatro caminos de las esquinas de la tierra, donde
la unión de los cuatro puntos formaba una cruz y cuya unión significaba el
centro del mundo, el origen de la vida o el nacimiento de los cuatro ríos
místicos.
Además, también hace referencia
en muchas de ellas a un enlace entre el mundo superior y el inferior, haciendo
alusión a la idea del “axis-mundi”, el eje del mundo, considerándola
como un elemento ascensional. La ubicuidad de este símbolo entre culturas se da
de diferentes formas, pues puede aparecer tanto en femenino como en masculino; puede
tomar la forma de algo natural (una montaña, un árbol, una columna de fuego) o
de algo hecho por el ser humano (una torre, una escalera, una cruz, un
campanario). Independientemente de la forma que se le asocie, nos encontramos siempre
ante la misma idea, la de un punto de conexión entre el cielo y la
tierra en el que convergen todos los rumbos posibles de una brújula. El
símbolo pasa desde culturas como las chamánicas o animistas hasta por las
principales religiones del mundo y civilizaciones avanzadas tecnológicamente. Por
ejemplo, el Yggdrasil de la mitología nórdica era el símbolo del Axis Mundi que
atravesaba y comunicaba los tres mundos de la realidad sagrada: Nilfheim,
Midgard y Asgard.
La Cruz Solar, entendida como Axis-Mundi, hace referencia a la existencia de un punto de unión entre la Tierra y el Cielo.
“Todo microcosmos, toda región inhabitada, tiene un centro; esto es, un lugar que es sagrado por encima de todo.”
Para comprender su significado
basta con representarla inscrita en un círculo: sus cuatro ángulos miden 90º,
por lo que la suma de ellos alcanza los 360º del círculo que los contiene. Esta
es la razón matemática uno de los grandes enigmas irresolubles de la historia: la
cuadratura del círculo. En la simbólica China, se relaciona directamente
con los cuatro lados del cuadrado o brazos de la cruz con el centro de la
misma, su punto de intersección, que constituye el misterio por resolver, la
magia por hallar. Es una marca, un encuentro que sirve de base para todos los
símbolos de orientación en los diferentes niveles de existencia del hombre,
el cordón umbilical jamás cortado que nos liga al cosmos creador, el recuerdo
perenne de nuestro origen y de nuestra esencia espiritual, nuestra inherente
relación con Dios.
“En su centro se halla el Árbol de la Vida y junto a él una fuente de donde manan los cuatro ríos del Paraíso: Tigris, Éufrates, Pisón y Guijón. La entrada al Paraíso se halla protegida por un querubín que blande una espada de fuego (…)
Génesis II:10
Se trata de la definición más rotunda y simple de la encarnación del espíritu en la forma, que da lugar a la consciencia, a la identificación del ser, capaz de conocer y de sentir, el punto de comunicación entre el Cielo y la Tierra, el eje de la vida. Cielo y Tierra entendidos como el andrógino primordial, una alegoría a la dualidad de la naturaleza, a la conexión entre los opuestos hasta convertirse en complementarios.
En la alquimia esotérica el uso
de la Cruz Solar Celta es muy habitual por su potente carga simbólica, que hace
especial referencia al círculo, ya que se encarga de la protección dentro de
sus cuatro contornos. Sus cuatro brazos representan los cuatro elementos naturales,
a los que se les asocia una característica determinada, de manera que:
El Norte se relaciona con la tierra y se caracteriza con el frío y la sequedad.
El Sur se relaciona con el fuego y se caracteriza con el calor y la sequedad.
El Este se relaciona con el aire y se caracteriza con el calor y la humedad.
El Oeste se relaciona con el agua y se caracteriza con el frío y la humedad.
La cruz celta es uno de los símbolos celtas más comunes y conocidos y tiene una gran importancia cultural y religiosa significativa. Se trata de un petroglifo originario de los antiguos pueblos celtas de Gran Bretaña, Irlanda y Francia. Existen muchas teorías para explicar su origen, pero debido a que la tradición celta se transmitía únicamente de forma oral, es imposible confirmar ninguna.
Por su semejanza con la cruz cristiana latina es ampliamente utilizada por los creyentes de esta religión, pero su historia se origina mucho antes de que el cristianismo existiese, teniendo un significado basado en sus cuatro brazos, que se pueden interpretar como los cuatro elementos (aire, agua, tierra y fuego) o como las cuatro direcciones cardinales (norte, sur, este y oeste). La unión del significado de cuatro elementos en un mismo símbolo es algo recurrente en la cultura celta, pues se encuentra también en otros símbolos como el triskel y la triqueta (cuando están inscritos en un círculo) o la cruz solar.
Se cree que la cruz celta podría derivar de la cruz solar o rueda solar.
Una de las teorías más corroboradas la consideran como una derivación avanzada de la rueda solar, que tenía gran importancia por su poder protector contra la brujería. En las sociedades celtas más antiguas, los círculos eran utilizados para representar la luna, mientras que la cruz simboliza el sol, por lo que es probable que esta cruz haga referencia a un sol pagano como principio masculino y a la luna como principio femenino. En Europa, la cultura celta usaba las cruces hasta en sus monedas siglos antes del cristianismo, y ahora se la considera un símbolo del Neolítico (ocho siglos antes de Cristo).
En España se repite una y otra
vez en las culturas de origen céltico, pero con ligeras variantes, como
acompañada de la cruz de tres brazos o trisquel (representando el amor, la luz
y la sabiduría), y eran muy comunes el lábaro romano en Galicia, Asturias y
Cantabria y el lauburu en el País Vasco.
Para los Celtas la cruz tiene la
misma asociación simbólica del Árbol de la Vida, pues hace referencia a la energía
de los cuatro elementos, que se unen gracias círculo, que los entrelaza y
conecta entre sí, haciendo de puente de unión entre las energías divinas y el
hombre. Asimismo, era el símbolo de las cuatro fiestas de estación que marcaban
el año celta:
El Imbolc, el primero de febrero, que
celebra el despertar de la naturaleza y la fertilidad de la tierra, pidiendo
éxito en los proyectos futuros.
El Beltane, el primero de mayo,
cuando se despierta la virilidad de los dioses y se pedía por la fertilidad del
ganado.
El Lughnasadh, el primero de
agosto, que celebra el inicio de las festividades de cosecha, recolecta de
frutos y bendición de rebaños.
El Samhain, el último día
de octubre, cuando se celebra la última festividad y la última cosecha del año,
así como el fin del ciclo de la rueda celta.
Derivación cristiana de la cruz celta con las Scriptures crosses grabadas.
Por ello, las cruces realizadas
para dichos eventos se adornaban con dibujos, trenzados y figuras típicas del
arte celta. En las más tempranas los grabados que se realizaban se limitaban a
los entrelazados y diseños geométricos propios del arte nativo de las islas
británicas, pero a partir de los siglos IX y X aparecen en representaciones
figurativas de escenas bíblicas. Estas cruces son llamadas Scriptures crosses
y su complejidad es tan abrumadora que se las ha llegado a definir como
“sermones en piedra”. Los adornos o nudos de su interior simbolizan el
infinito, la vida eterna. También se liga cada una de las direcciones que
marca la cruz con la deidad que en ellas habita, de forma que nos encontramos:
En el Este se encuentra el dios Lugh,
relacionado con el aire y que otorgaba protección con su lanza.
En el Sur está la diosa Nuada,
relacionado con el fuego y cuya espada le hacía defensor de las emociones.
En el Oeste vive el dios Dagda,
relacionado con el agua, quien protegía y controlaba la mente y pensamiento.
En el Norte se encuentra la sede de la Piedra
del Destino L’a Fáil, la Piedra de Tara, ligada a la tierra y donde solo
los legítimos reyes son coronados y aprobados por los dioses druidas.
La Leyenda de Bran “El Bendito”, un colosal dios pagano que ordenó cortar su propia cabeza una vez muerto para poder proteger y vigilar los confines de la Celtia, podría ser otro posible origen mitológico de este símbolo, pues este ser era representado con una equis dentro de un círculo.
Cada uno de los extremos de la cruz celta está asociada a un punto cardinal y a un Dios celta
En la tradición popular irlandesa se cuenta que San Patricio, en el siglo V, creó el símbolo para convertir druidas paganos durante el periodo de cristianización ya que, al darse cuenta de la importancia que tenía el sol y el poder de vida para los paganos, decidió combinar la cruz cristiana con el círculo celta de la eternidad para adoptarlo como símbolo del Cristianismo Celta. A partir de entonces, la cruz fue rediseñada para darle un aspecto más cristiano, de modo que se alargó el brazo inferior para asemejarla a la cruz cristiana latina. Sin embargo, se sabe que la cruz celta es previa a cristianismo porque se han encontrado muchas lápidas precristianas hechas con cruces celtas en diferentes partes de Gran Bretaña y, antes del periodo histórico en el que Roma era gobernada por Constantino, el símbolo cristiano por excelencia era el pez.
La cruz cristiana podría ser una fusión hecha por San Patricio entre la cruz cristiana latina y la celta.
Aunque muchas de las cruces
erigidas durante la época celta todavía están en buen estado, hay tres en
concreto que han adquirido una gran fama en todo el mundo:
La Cruz de las Escrituras, situada en el
monasterio de Conmacnoise. Se trata de una preciosa cruz de unos 4 metros de altura
y hecha en un solo bloque de arenisca cuyas inscripciones todavía se pueden
leer a día de hoy. Estas transmiten rezos e invocaciones dirigidas al Rey de
Orlanda y a Colmán, el autor de la cruz y artífice, junto al rey, de la
construcción del monasterio y de la catedral. La cruz es uno de los mejores
ejemplos conservados de las primeras manifestaciones cristianas en Irlanda,
que se combinaba con las primitivas formas de arte celta. Está tallada por los
cuatro costados con mediorrelieves dispuestos en cuadrículas. La cara Este de
la cruz, la principal, muestra a Cristo en majestad durante el juicio final, y
a sus lados un séquito de personas que representan a los condenados, los
bienaventurados, y la primera cuadrícula representa a Jesús entregando las llaves
a San Pedro y San Pablo. La cara Oeste es dedicada al tema de la Pasión de
Cristo: la crucifixión, los soldados repartiéndose las ropas de Jesús, la
Flagelación y el Entierro. La cara Norte representa la vida de San Pablo
Ermitaño y San Antonio, completándose las cuadrículas con representaciones
animales de los antiguos bestiarios. Por la cara Sur representa escenas
cinegéticas que se combinan con la vida de David. De esta forma parece que la
iconografía de la cruz es un recorrido que pasa por las escenas del Antiguo
Testamento hasta El Juicio Final.
La Market Cross del monasterio de Kells,
ubicada en Cornualles, formando parte del complejo monástico fortificado
construido en 1193, siendo la única del complejo que además de los motivos
religiosos cristianos, tiene simbología celta grabada, siendo una posible
prueba de que podía tratarse de una especie de intento de unificación entre
ambas religiones.
La Cruz de la County Meath, reproducida
también en la bandera del Condado debido a que allí está la Colina Real de
Tara, sede del High King of Ireland.
Cementerio de un pequeño pueblo irlandés en el que se encuentran tanto cruces cristianas como celtas.
La cultura de la Cruz celta como
símbolo de identidad irlandesa siempre ha estado muy presente, tanto que
durante la emigración europea y, en concreto, la Gran Hambruna que obligó a los
irlandeses a emigrar a América o Australia en busca de una vida mejor, la cruz
celta tatuada en el cuerpo representó un símbolo de pertenencia e
identidad para aquellos que se encontraban lejos de su hogar pero que no
querían olvidar sus orígenes.
Fruto del cruce de todos estos elementos, energías y
divinidades en un mismo símbolo se crea una conexión entre el mundo
espiritual y el hombre de gran importancia, y este pasa a ser utilizado
como un símbolo dotado de mucho poder, misterio y magia. Antiguamente se
utilizaba como símbolo de protección ante el enemigo, y con ella se
trataba de proteger a los vacunos de los espíritus malignos y era pintado con
alquitrán contra los vampiros y fantasmas. Por ello, aunque actualmente las
inquietudes del mundo moderno hayan variado, portar la Cruz Celta como amuleto
puede brindarte ayuda y protección en camino que decidas recorrer en tu vida.
Los símbolos celtas eran utilizados generalmente como herramientas de protección para derrotar enemigos, dar coraje a los valientes guerreros, para marcar el camino a seguir o, incluso, conseguir el amor de aquel o aquella a quien se desea. Los nudos celtas son un estilo de decoración característico del pueblo Celta cuya característica más célebre es que no tienen origen ni final, sino que son un conjunto de líneas que se entrelazan formando un entramado hipnótico sin fin. Esta particularidad de que sean símbolos infinitos sin principio ni final es una constante del arte celta que se veía tanto en las espirales que dibujaban para consagrar lugares como en sus nudos celtas, como el famoso lazo de la triqueta celta o el nudo cuaternario, del que hablaremos aquí.
Los hay de todo tipo, pasando desde el más simple hasta el más complejo en composición y forma, y se podría decir que este intrincado diseño es uno de los emblemas más significativos de la cultura celta. Por ello y por los significados que, tras una serie de investigaciones, se han descubierto y dado, el nudo celta se ha consagrado más comúnmente como el nudo Perenne. Estos nudos son también muy conocidos por haber sido adoptados y usados en la ornamentación de monumentos cristianos y manuscritos como los del siglo VIII en los Evangelios de Lichfield, el Libro de Kells o el Evangelio de Lindisfarne.
El famoso Libro de Kells contiene motivos con nudos celtas como decoración.
El nudo perenne es a su vez más
bien una generalización de una serie de lazos celtas con formas diferentes pero
que, al mismo tiempo, siempre guardan una característica fundamental en común:
es infinito, es decir, no tiene inicio ni fin y no puede ser deshecho.
Por ello, para los celtas representaba la eternidad en el más amplio sentido de
la palabra.
Encontrar el origen de los símbolos celtas es una ardua tarea debido a que se trataba de un conjunto enorme de pueblos guerreros repartidos por un amplio recorrido de toda Europa que creían en múltiples deidades (y gran parte de las veces con varios nombres para un mismo dios), en la magia y en la naturaleza, tratándola como una fuerza de magnitudes inimaginables e incontrolable que gobernaba el mundo. Además, a pesar de ser un pueblo con inquietudes intelectuales y dotados de una inteligencia que les permitió forjar las primeras armas con hierro, transmitían sus conocimientos únicamente de forma oral y lo único que se puede descubrir acerca de sus símbolos es interpretando las huellas que fueron dejando, sus costumbres y comparándolo todo con las escrituras romanas y griegas (quienes a menudo se burlaban de sus tradiciones y los consideraban unos bárbaros) para llegar a conclusiones lo más acertadas posibles y tratar de darles sentido.
Los nudos celtas, al ser infinitos, simbolizan la unión eterna.
Debido a la imposibilidad de
deshacer el nudo celta, uno de los significados con el que más se le ha
asociado representa la unión eterna y la lealtad; la unión de las almas
de los enamorados más allá del espacio-tiempo, la imposibilidad de deshacer el
lazo de amor. Por ello, los amantes en las bodas celtas se intercambiaban
alianzas con dicho anagrama como señal de su inquebrantable amor, con la firme
esperanza de que su relación perdurará por siempre, pues la tradición cuenta
que el nudo perenne custodia el amor para evitar que sufra los desgastes
del tiempo, por despiadado que sea.
Sin embargo, el lazo perenne no se limita a un significado meramente romántico, sino que también simboliza el ciclo interminable de la vida en toda su amplitud, los hilos invisibles que conectan todos y cada uno de los seres y fuerzas del mundo celta y la imposibilidad de actuar al margen de este; la forma en que el pasado, el presente y el futuro se entrelazan para formar todo parte de un mismo todo. Por ello, se le atribuye también el don de la eternidad, la vida infinita a través de la reencarnación.
El nudo perenne es el símbolo del amor eterno y la lealtad, y era usado como amuleto protector.
Debido a la potente carga simbólica del nudo perenne, los celtas lo usaron como símbolo de eternidad en todo lo que para ellos era importante para lograr la perpetuidad de aquello que no quisieran perder de ninguna forma, bien sea el amor hacia tu pareja o hijos, el recuerdo de algún familiar o una salud próspera. Así pues, lo colocaban entre sus pertenencias, llegando a convertirlo en una reliquia familiar que se legaba de una generación a la siguiente, de forma que determinados nudos incluso terminaban por representar a una familia.
Si bien el nudo perenne puede
tener infinidad de formas y patrones, no todas tienen el mismo significado si
se quiere utilizar como amuleto:
Cuando tienen componentes o partes definidas,
simbolizan los cuatro elementos de la naturaleza (fuego, aire, tierra y agua),
que juntos forman una armadura protectora contra las energías negativas
y la maldad. Al mismo tiempo, atraerá todas las energías positivas y la buena
suerte a aquel que lo porte.
Cuando es dibujado de forma triangular simboliza
el eterno ciclo de la vida, el eterno retorno, pudiendo proporcionarte
fuerza y energía para que goces de buena salud.
En las alianzas matrimoniales evitará el desgaste de la relación con el paso del tiempo, simbolizando la eternidad e incondicionalidad de su amor.
El origen preciso de este famoso anillo es desconocido y está envuelto en misterio, pues existen varias antiguas historias entorno a él, y por ello tan solo contaremos las más populares. Aunque no es un símbolo celta como tal, debido a la repercusión que ha tenido en la sociedad irlandesa ha terminado por adquirir su propia simbología. El anillo está compuesto por tres elementos, cada uno de los cuales simboliza lo más importante en una relación, tanto si es amorosa como si es de amistad, y está ligado a una famosa expresión: “Con mis manos te entrego mi corazón, coronado con mi amor”. Por ello no se habla de un significado puramente romántico, que es el que frecuentemente se le atribuye por las historias de amor populares que circulan sobre este anillo, sino que habla de un amor real, un amor basado en el cariño, el respeto, la lealtad y la confianza. De esta forma, encontramos en el símbolo un par de manos que representan la amistad, las cuales sostienen un corazón que representa el amor y este, asimismo, lleva una corona que simboliza la lealtad y la fidelidad.
Según la más antigua de las leyendas, el anillo de Claddagh proviene de los tiempos de los Dioses Célticos, cuando Dagda (dios de la Luz y del Sol y frecuentemente conocido como “el dios bueno”), un ser de poder colosal, se enamoró de Anu (también llamada Danu, la diosa de la fertilidad, la abundancia y la prosperidad), cuyo símbolo es la Luna creciente y es progenitora de todos los Celtas. De esta unión nació Beathauile, que representa a toda la humanidad, es decir, la vida en sí misma. Conmemorando dicho amor se creó el anillo de Claddagh, en el cual la mano derecha representa la de Dagda, la izquierda la de Anu y el corazón la vida de Beathauile. Según otra interpretación de esta historia, aunque habitualmente Dagda era representado con las manos en alto a cada lado de la cabeza (lo cual guarda cierta similitud con el símbolo), en realidad era la corona la que lo representaba por ser el dios padre, el corazón el fruto de su amor, Beathauile, y las manos a la diosa Anu, considerada madre ancestral y universal.
El anillo de Claddagh es fruto del amor de Dagda y Morrigan durante la noche del Samhain.
Otra de las historias hace
referencia a la primera vez que aparece el anillo, en Claddagh (del irlandés An
Cladach, que significa costa pedregosa), un pequeño pueblito pesquero con
vistas a la bahía de Galway hace unos 400 años, durante el reinado de María II.
La leyenda habla de un joven llamado Richard Joyce, natal del Galway,
que estaba viajando hacia las Indias Occidentales en busca de riquezas que le
permitiesen augurar un futuro próspero y, a la vuelta, casarse con su amada.
Sin embargo, la nave en la que viajaba fue asaltada por piratas moriscos y
todas las personas a bordo fueron tomadas como prisioneras y vendidas como
esclavas.
El joven Joyce fue vendido a
un orfebre, quien le enseñó todos los secretos de dicho arte y, con el
tiempo, logró aprender el oficio. Tal fue su dominio en el oficio que, tras 14
años, cuando el Rey de Inglaterra Guillermo III consiguió la liberación de
todos los prisioneros británicos, el orfebre que lo había comprado le
ofreció la mitad de su fortuna y la mano de su hija a cambio de que este se
quedase con él trabajando, pero Richard renunció a ello. Su mente y su corazón
todavía seguían en su antiguo hogar con su amada, así que partió a casa
y, al llegar, le dio a su prometida un anillo de oro forjado por él mismo
durante su cautiverio, el primer anillo de Claddagh.
Joyce, gracias a las dotes como
joyero que había adquirido en esos 14 años lejos de casa, pudo abrir una
joyería en Galway tras casarse, donde comenzó a producir los anillos de
enamorados en oro, plata y bronce, anillos que hoy en día se encuentran
conservados en el Museo Nacional de Irlanda de Dublín y que llevan inscritas su
inicial RI en el dorso. La historia de amor tras este anillo, convertido en un símbolo
de amor, fidelidad y lealtad, se hizo popular entre las familias irlandesas
y paso a ser un regalo que las madres pasaban a los hijos en el día de su
matrimonio.
Con el tiempo el significado de
estos se incrementó y llegó a representar el único legado de la familia y la
Patria durante la Gran Hambruna que golpeó a Irlanda y que obligó a gran
parte de su población a emigrar, haciendo que el anillo de Claddagh cruzase el
océano y, en muchos casos, resultaba ser el único ahorro de la familia y se
convertía en una reliquia que se transmitía de madre a hija mayor. Además, el
anillo de Claddagh fue el único anillo irlandés regalado a la Reina Victoria
por Enrique VII y en 1956 se creó una copia en mármol de conmemoración como
regalo de bodas del Príncipe Raniero de Mónaco y la Princesa Grace.
En un país que ha estado
fuertemente influenciado por el cristianismo no es de extrañar que su
significado se haya extrapolado a dicha religión, vinculándolo con Dios, Jesús
y el Espíritu Santo, la Santísima Trinidad. En esta ocasión, la mano izquierda
representaría a Jesús, la derecha al Espíritu Santo y la corona a Dios.
El anillo de Claddagh tiene tras de sí una conmovedora historia de amor
La historia de un simple anillo
que fue la prueba de amor de un joven enamorado logró penetrar en el corazón de
las familias de todo un país como símbolo de amor, amistad, afecto y fidelidad,
convirtiéndose y perdurando hasta nuestros días como un símbolo de la cultura
irlandesa.
Aunque los primeros ejemplares de estos anillos celtas estaban hechos de oro, considerado el metal sagrado, y siempre tenían los mismos tres elementos, los anillos de hoy han evolucionado y se han adaptado a un estilo de vida más moderno, aunque conservando su especial significado. Es importante saber que es un símbolo que solo puede ser regalado, pues comprarlo para llevarlo tú es de muy malos augurios.
El significado del anillo va más
allá de los simbolismos asociados a este y, en función de cómo se lleva puesto,
transmite una u otra cosa.
Si se lleva en la mano izquierda con la punta
del corazón mirando hacia el cuerpo significa que su corazón ya es de otra
persona y que está en una relación.
Si se lleva en la mano izquierda con la punta
del corazón mirando hacia afuera significa que está comprometida.
Si se lleva en la mano derecha apuntando con la
punta del corazón hacia el cuerpo significa que la mujer tiene el corazón
ocupado.
Si se lleva en la mano derecha apuntando con la
punta del corazón hacia afuera significa que ese corazón aun es libre y está
abierto a un nuevo amor.
Aunque estos anillos se han regalado tradicionalmente
a los seres queridos como una promesa de amor, también son regalados en muchas
otras situaciones para dar algo con un significado especial, como el Día de la
Madre o cumpleaños.
En la cultura celta la naturaleza y lo sagrado se entrelazan misteriosamente para formar un único componente, dos formas complementarias para referirse a una misma idea. Por ello, entendieron a los árboles como un elemento sagrado del mundo, dotándolos de un significado que sobrepasa las barreras de lo meramente funcional, a uno mucho más profundo y espiritual.
El árbol de la vida constituía el eje del mundo celta o “Axis-mundi”
Para los celtas, el árbol de la
vida era la representación de la interconexión existente entre el mundo y todo
lo que en él habita: cada ser humano, cada planta, cada animal, cada brizna de
aire y cada gota de lluvia están conectados por los hilos invisibles del Crann
Bethadh. Veían en él algo sagrado y superior a ellos, cercano a los
dioses, y ha sido venerado por esta cultura tanto por servirles como sustento y
protección en su vida diaria como por el aspecto simbólico que se creó en torno
a él, la vida en completa evolución y en una ascensión permanente hasta el
cielo y, al mismo tiempo, en conexión con las profundidades subterráneas.
Su significado e importancia
resultaba de un valor incalculable, pues era la viva representación del eje
central del mundo, a través del cual existía una comunicación con los tres
niveles del cosmos:
El subterráneo o inframundo mediante sus raíces,
que no dejaban de hurgar en las más inhóspitas profundidades de la tierra,
hacia el mundo de los muertos.
La superficie de la tierra, que simboliza el plano
terrenal y está representado por el tronco, cohabitando con nosotros en
nuestro mundo, aquel que habitamos.
El cielo, el plano divino y espiritual,
que se encuentra representado por sus ramas y hojas, que parecen ser al mismo
tiempo sustento y camino hacia el firmamento y la divinidad.
El Crann Bethadh simboliza la conexión que existe entre los opuestos de la vida
También puede hablarse de una
conjunción de los elementos principales que componen la materia según la
cultura celta. El agua se expresa por las lluvias del mismo modo que el aire
por el viento, mientras que el fuego presta su calor para que se genere la
simiente en la matriz de la tierra. De la misma manera sucede con respecto a
los estados de la materia a partir del calor del fuego: sólido, líquido y
gaseoso. Esta constante rotación y conjunción de opuestos se encuentra
en todo momento en la concepción arcaica de la cultura celta y, puesto que el
Crann Bethadh es la representación de ello, logra convertirse en una planta
mágica, un árbol que lo da todo sin esperar nada; un regalo de los dioses a los
humanos, que extraen su existencia de este sustento divino; aquel que les ha
proporcionado desde sus orígenes su primer hogar, su leña para entrar en calor
y la protección de la sombra.
La naturaleza […] como imagen de Dios, una irrupción perenne de lo infinito en lo finito y en la obra de la creación una constante teofanía. El hombre arcaico no se siente solo ni aislado en la naturaleza ni pretende ser su propietario. Los animales, las plantas y hasta las piedras, así como los ríos, lagos y lluvias constituyen parte de su ser. Igualmente lo es el firmamento con sus variadas formas y las épocas y ciclos naturales de vida, muerte y resurrección ejemplificados por las estaciones del tiempo y los movimientos de los astros, a saber: la vida misma como un ritual perenne y una interrelación o entrecruzamiento de energías constantes, horizontales y verticales, espaciales y temporales. Razón por la que el mundo entero es un código que puede entenderse y leerse tanto en las configuraciones del cielo como en los símbolos que son las plantas y los animales. Sin duda, el símbolo vegetal más claro es el del árbol, o la planta en general, como representación de las energías cósmicas. Copa, tronco y raíces constituyen sus niveles aéreo, terrestre y subterráneo, equiparables a cielo, tierra e inframundo.
González, 1989
Sin embargo, para los celtas no solo
encarnaba la esencia de la vida en la tierra, sino que era un medio por el cual
se podía predecir el futuro, ciencia en la que eran expertos los
druidas. Estos poseían los conocimientos para la observación de los árboles
desde las raíces, hundidas en la tierra en busca de sustento, hasta la copa más
o menos frondosa (pues consideraban que la naturaleza poseía una inteligencia
infinita que le permitía anticiparse a lo que va a suceder), dejando caer las
hojas antes del tiempo en que llegarán las nieves, que a su vez propiciarán el
nacimiento de mejores brotes, iniciando una vez más el eterno ciclo vida y
muerte. Además, entre los druidas existía la creencia que tanto el hombre
como la mujer llevaban un árbol en su interior que les permitía desarrollar los
conocimientos.
Los árboles eran los testigos sagrados de la humanidad para los celtas.
Cuando los celtas iban a establecer una aldea, lo hacían entorno a un gran árbol, bajo la sombra del cual celebrarían sus ceremonias: pactos, bodas, celebraciones e incluso la transmisión de conocimientos a las nuevas generaciones. Eran testigos sagrados de todo acto realizado por la humanidad. La importancia de los árboles en la vida cotidiana de los celtas era decisiva, pues con la madera que les aportaban construían sus casas, manteniéndose seguros y protegidos de los animales salvajes y de la intemperie. La leña les permitía hacer fogatas que brindaban luz y calor en las despiadadas y frías noches de invierno. Los frutos que de ellos extraían eran la principal fuente de alimento durante todas las épocas del año, y cuando salían a cazar y pescar para llevar alimentos al hogar, su madera les servía como materia prima con la que construir sus herramientas.
Aunque el significado y valor del
Árbol de la vida para los celtas era primordial y uno de los ejes en los que se
basa toda su cultura, el origen de este símbolo se remonta muchos siglos atrás,
incluso antes de que los celtas existiesen, uno que trascendió culturas y pasó
a formar parte del imaginario cultural de estas.
Los egipcios vivían en un clima
desértico en el que no abundaban los árboles, y puede que por ello comenzasen a
venerarlos. Sin embargo, estos veneraban a un árbol específico, el Sicomoro
o Nehet, como era llamado en la tierra de los primeros faraones.
Para ellos también representaba un vínculo entre el mundo terrenal y el
espiritual. Según sus creencias, en la entrada del cielo hay dos sicomoros que
dan cobijo y frutos a los muertos y en su interior se encuentra uno enorme en
el que reposaban los dioses. Asimismo, se asociaron deidades femeninas a este
árbol, como la diosa Hathor, considerada la “Señora del sicomoro del Sur”.
Cuando un difunto invocaba a la diosa del sicomoro, esta le proporcionaba agua,
alimento y cobijo y lo acogía en su seno como hijo y, por eso, en las paredes
de las tumbas se representaba una escena en la que un frondoso sicomoro aparece
humanizado, con los brazos llenos de obsequios, dejando caer a un recipiente el
agua de la vida y mostrando virtudes maternales como grandes pechos con los que
amamanta al recién nacido en su nueva vida.
Por su parte, los armenios lo
simbolizaban utilizando como eje de simetría su tronco y, a los lados,
disponían sus largas y frondosas ramas, y siempre aparecía custodiado por
guerreros o animales. En este caso, más que un significado religioso lo que
tenía era uno global: simbolizaba al pueblo armenio en sí mismo. Se
veían a sí mismos como un monumental árbol milenario, enérgico, inclaudicable,
valeroso e inmortal; un árbol de buena madera que puede adaptarse hasta a las
peores circunstancias y florecer en los terrenos más adversos. Era tal su
sentimiento de identidad con el motivo del Árbol de la Vida que incluso
aparecía en los khachkars (cruces de piedra características del arte
armenio) en forma de cruces que brotan, estallan, florecen y dan fruto en las
lápidas anticipando la resurrección de aquellos que han fallecido o en los
humildes utensilios de cocina del hogar armenio. Para ellos, el árbol no era un
mero vínculo: era algo que debían proteger y sacar adelante a toda costa. Era
su familia, su gente, su pueblo.
Los baharíes se sumaron a las
culturas que lo consideraron como un símbolo divino. En la Fe baha’i el árbol
de la vida está compuesto por hombres en lugar de ramas, y mujeres en lugar de
hojas. Para ellos, este árbol representa un reino espiritual donde no existe
la dualidad entre el bien y el mal que caracteriza el plano terrenal. De
esta forma, la Fe baha’i enseña tolerancia, paz, igualdad entre hombre y mujer,
superar prejuicios y buscar la verdad; y por ello jamás empuñarán la espada, solo
amor y comunicación, pues Bahá’u’lláh, su fundador, predicó y divulgó el
siguiente mensaje por la humanidad: “no os miréis como extraños, todos sois
hojas de un mismo árbol”.
En la cultura china el árbol de
la vida es representado como un melocotonero que se encontraba siempre
respaldado por un fénix, simbolizando a eterna reencarnación; y un
dragón, que a menudo representa la inmortalidad. Una historia taoísta habla de
un árbol que era capaz de producir un solo melocotón cada tres mil años, pero
aquel que comiera el fruto recibiría el don de la inmortalidad. En la década de
1990 se descubrió un pozo de sacrificio de Sichuan, China, datado en torno al
1200 a.C. que contenía tres árboles de bronce, uno de ellos de cuatro metros de
altura en cuya base había un dragón y las frutas colgaban de las ramas más
bajas, mientras que en la parte superior se encontraba un extraño pájaro con
garras, el Fénix.
En la religión escandinava se
hace referencia a un árbol de la vida en concreto, un fresno perenne denominado
Yggdrasil, el árbol del mundo, cuyas raíces y ramas mantienen unidos los
nueve mundos de su mitología: Asgard (reino de los dioses), Midgard (reino de
los humanos), Helheim (reino de los muertos), Nilfheim (reino de las nieblas y
el terror), Muspellheim (reino primordial del fuego), Svartalfheim (reino de
los elfos oscuros), Alfheim (reino de los elfos de luz), Vanaheim (reino de los
vanir, dioses de la naturaleza y la fertilidad) y Jötunheim (reino de los
gigantes). El árbol se divide en tres partes (Nilfheim representa la raíz,
Midgard el tronco y Asgard la copa) que de nuevo representan el ciclo del nacimiento,
vida y muerte.
Para el budismo, el árbol de la
vida hace referencia a uno en concreto: el Bodhi, también conocido como
higuera sagrada o pipal. Según la tradición budista, Siddhartha Gautama alcanzó
el nirvana después de haber estado meditando bajo un árbol de esta especie en
Bodh Gaia, y aunque el original fue destruido por la esposa del rey Ashoka, se
supone que el árbol que se encuentra actualmente en dicho lugar es descendiente
directo del anterior. Durante su meditación se dio cuenta de que el árbol
representa nuestras vidas. Las raíces representan nuestra base, nuestros
valores, y consideró que nuestro árbol lo constituyen seis raíces, tres de las
cuales son buenas y las otras tres malas. Por ello, si actuamos conforme al
bien, haremos crecer las buenas raíces y obtendremos frutos dulces; mientras
que, si actuamos mal, crecerán las malas y darán frutos amargos. Las raíces dan
lugar al tronco, que según el budismo está formado por cinco elementos: la
forma, la sensación, la percepción, la formación mental y la consciencia, de
manera que la clave es no aferrarse a lo que los sentidos te ofrecen en vida
para poder vivir plenamente y poder desarrollarte como persona. Según esta
creencia, de ahí surgen doce ramas, que representan las razones del sufrimiento
en la vida terrenal y que provienen de la forma en que hayamos procesado
nuestras emociones previamente. Es decir, es una alegoría de la vida en
la que cada una de nuestras acciones cuenta y determina nuestra felicidad y plenitud
espiritual.
Los poderes del árbol de la vida son de protección, sabiduría, salud y equilibrio.
Los poderes generalmente
atribuidos al símbolo del árbol de la vida celta son curativos, de antienvejecimiento
y de la sabiduría, pero en realidad posee tantos significados positivos
que puede ser utilizado para muchos otros aspectos de la vida. Este símbolo
trasciende religiones y fronteras, no es necesario aferrarse a determinadas
creencias para poder ver y su fuerte carga simbólica y sentirse atraído por
ella. Engloba las fuerzas de la naturaleza, el constante equilibrio entre el
bien y el mal, el sentimiento de protección de los tuyos y, todavía más
importante, habla de la unidad, de que todos estamos conectados en un infinito
entramado de fuerzas, acciones y reacciones, de un mundo en el que todos y cada
uno de nosotros forma parte y ayudamos a conformar en nuestro día a día.
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